Un empleado de Loterías coge la bola, que acaba de caer en un pequeño vaso colocado bajo la abertura del bombo, y dice:
-El número agraciado en el sorteo de esta noche es el 1.727.
Seguidamente muestra la bola a una cámara de televisión.
Por último, un notario certifica la corrección y aleatoriedad del proceso.
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En otro lugar, alguien celebra el resultado del sorteo. Es la persona que diseñó el bombo, la que cuidadosamente dispuso la colocación inicial de las bolas, la que lo programó para dar justo dieciocho vueltas a una determinada velocidad. Es la persona que suprimió cualquier cambio de temperatura o corriente de aire que pudieran alterar la cadena de causas y efectos. Es quien, tras asegurarse de que en esas condiciones la bola que saldría iba a ser la 1.727, se cuidó de comprar precisamente ese boleto.
Y mientras festeja el premio conseguido, exclama:
-A mí me van a decir que el azar existe.
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